LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

miércoles, 7 de junio de 2017

Códigos de malas prácticas. Becarios y otros esclavos.

¡Becarios del mundo, uníos contra el trabajo precario!

Cuando tenía 20 años, en mi tiempo de comienzo a la vida laboral y cultural no había nada de nada. Todo nos lo teníamos que hacer nosotros. Si pedíamos una galería o espacio de arte para exponer a nuestros amigos y comisariar las primeras expos, había que pintar las paredes, como poco, y desde luego colgar los cuadros o montar las piezas. Si hacíamos un concierto para nuestra Luna de Madrid, nos encargábamos de casi todo, de la comunicación, del protocolo, de cortar los tickets a la entrada, de la seguridad, y hasta de repartir octavillas y flyers los fines de semana en el Rastro, para reforzar nuestra propia comunicación. En toda revista cultural, era muy común que los redactores ayudáramos a los maquetistas los días de cierre a contar cíceros, medir espacios, pegar titulares con letraset, y en fin, todo aquello que había que hacer para sacar adelante nuestra idea. 

Todo esto tenía el valor casi medieval de unir la tarea de creación de contenidos a la tarea de producción de contenidos, de modo que en terminología marxiana no se puede decir que estuviéramos alienados, o extrañados de nuestro propio trabajo. Nadie podía arrebatarnos la plusvalía, si es que hubiera alguna. Tal vez ahora, en el mundo de la Galaxia Rural, que así lo llamo en mi libro de Gestión Cultural sucede algo similar, y los gestores de contenidos se ven en la obligación de crear el contenido y, además, de crear el soporte virtual que haga que ese contenido llegue a alguien. En todo caso, lo que prima será siempre una buena idea original y rompedora y sobre todo, propia.
Becario botones

Entonces, por suerte, no había becarios culturales. Había aprendices, en los oficios, y les pagaban algo y hasta les daban de comer y para el autobús. Digamos que en aquella época, en 1980, no podíamos ser explotados porque el sistema pasaba olímpicamente de nosotros y no tenía la menor intención de hacer nada con nosotros, ni tan siquiera explotarnos como becarios.

No había ni Comunidades Autónomas a las que pedir ayudas ni viveros, ni laboratorios ni hubs ni otras fruslerías del estilo. Nada. Éramos buscavidas, lazarillos, y algunos de los titulares de La Luna de Madrid de un poco más tarde, 1985, lo reflejan: "Salir de la lampancia" o "Contra la juventud", porque estábamos hartos de esa retahíla habitual de los bien pensantes que siempre manifiestan su oronda confianza en la Juventud que viene, o que vendrá, mejor más tarde, para así seguir ocupando el puesto laboral..., en España siempre escaso.

Ahora hay becarios, miles de becarios. Pero muchos, la mayoría, trabajan gratis, o casi gratis, por aquello de hacer currículo y ganar experiencias... Están encadenados a programas educativos de formación y a sistemas de prácticas no remuneradas que constituyen un sistema esclavo encubierto. A mí esto me parece una explotación. Una mala práctica que debería ser modificada. Además, esas prácticas curriculares son en muchos casos obligatorias, y los becarios tienen que cumplir con 400, o 500, o más horas del programa académico que ¡ellos mismos han pagado! El colmo del esclavo consiste en pagar para que te pongan la cadena al cuello, esto es, contratas a tu jefe, para que te explote. La nueva moda incluso en el ámbito de la Cooperación Internacional consiste en que para adquirir prácticas te vas de becario-voluntario a un campo de trabajo social o cultural y tienes que pagar a la organización que te acoge y selecciona por tu estancia, hospedaje y alimentación incluidas, y gastos de gestión. Es una especie de turismo laboral esclavo...

Eso sucede ahora ahí, y en el mundo de la cultura, las empresas públicas y privadas se nutren de los becarios para sacar adelante sus programas de gestión, atención y otros que generan beneficios y servicios. Me parece una aberración. Cuando el ciclo cambia, y comienza un nuevo año, hay becarios que entrenan a su vez a otros becarios que proceden de otros programas de becarios en un círculo infernal de becarios del que no se sale hasta que uno, exagerando, se jubila de becario. Aquí la supuesta figura del tutor o instructor la desempeña el propio becario. 

Hay que vindicar la figura del becario pagado, con un mínimo mensual para gastos, me da igual, 150€ o 200€ mensuales, y que el Estado y las CC.AA. asuman algún prorrateo de gasto parcial de alta en seguridad social. Y los sindicatos, por cierto, tienen que asumir esta figura del becario pagado, como necesaria socialmente para su desarrollo profesional, su autoestima y su equilibrio personal. Lo otro es permitir que sigan siendo explotados.
En nuestra época, la única ventaja de no ser explotados como becarios sine die ni fecha de caducidad, es que tuvimos mucho tiempo para perder el tiempo y para generar algunas ideas que, por el camino, nos obligaron a inventarnos nuestro puesto de trabajo, y nuestro ser en el mundo.
Becaria encadenada

¡Becarios del mundo, uníos contra el trabajo precario!