Este es un blog para personas que piensan que la literatura es la verdadera religión de nuestro tiempo y de todos los anteriores, y que con Juan Ramón Jiménez repiten: "Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo".
LOS COMENTARIOS
To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...
Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.
Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.
Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.
lunes, 1 de diciembre de 2014
Once Tesis sobre PODEMOS o el posible fin del Régimen de la Transición del 78 (3ª entrega, final).
viernes, 21 de noviembre de 2014
Once Tesis sobre PODEMOS o el posible fin del Régimen de la Transición del 78. (2ª entrega).
lunes, 17 de noviembre de 2014
Once Tesis sobre PODEMOS o el posible fin del Régimen de la Transición del 78. (1ª entrega).
Hay un dicho sefardita que dice: “No me llores por ser pobre, sino por estar sólo”. En efecto, el discurso evidente y público de PODEMOS se dirige a criticar el estado de necesidad, de desigualdad e incluso de pobreza relativa que afecta millones de españoles, aherrojados por la crisis hasta llevar a muchos a un nivel de desesperación y tristeza. Pero por debajo de ese discurso hay otro, que es más efectivo emocionalmente, y que tal vez no es preciso enunciarlo. Es el mito de la vuelta al ideal comunitarista, en parte de raíz aristotélica, y que busca el encuentro y la compañía en la ciudad, en la plaza, en el ágora, que ahora ya puede ser virtual, y de ahí el poder de las redes para PODEMOS, porque mantiene la realidad y la ficción de la relación con el otro en tiempo real, 24 horas al día. Es un ideal de reciprocidad y de compañía con el amigo, y en la medida en la que no se enuncia y plasma en principios, -lo que sería muy comprometido y difícil-, resulta aún más eficaz, puesto que cada uno lo puede construir en su imaginario a su gusto. Se trata de despojar a los Señores del Aire, como diría Javier Echeverría, de su dominio telemático sobre las personas para, invirtiendo el uso, emplear las tramas del Espacio-Red a modo de Portal del Tiempo Solidario. Un Portal con el zaguán siempre abierto, con sitio para todos, puesto que se define sobre todo como un no-lugar. Su Reino tal vez no es de este mundo. Pero no importa. Así, en un mundo confuso, lleno de problemas, ininteligible e inseguro, PODEMOS lanza una metáfora de la amistad, del acompañarse y tenerse, y les dice a todos: No estamos solos. No estáis solos. Y eso vale más que el dinero, o que cualquier promesa de Renta Básica de Universal de Ciudadanía para los excluidos del sistema. Es un ideal de la democracia antigua y vecinal. ¿Conseguirá PODEMOS hacerlo creíble, y realizable, gracias a estas redes del Espacio-Tiempo?
Escribía Octavio Paz: “El lenguaje no es una convención sino una dimensión inseparable del hombre. Por eso toda aventura verbal posee un carácter total: el hombre entero se juega la vida en una palabra”. En los mítines de PODEMOS se canta, se lanzan metáforas audaces para tomar el cielo, y hasta se recitan poemas, o se citan versos, entreverados de soflamas y de brindis a ese sol que quiere nacer, y que prefigura un futuro casi al alcance la mano. Esto es inusual en la política de hoy. Ya no se hace; ni ese es el estilo limpio, aséptico, corporativo y empresarial que los asesores de imagen y sus empresas de comunicación han impuesto a los políticos de cualquier partido. PODEMOS vuelve a confiar en el poder de la palabra sagrada, en el verbo primitivo que hizo con el lenguaje hombre al ser humano. Por debajo de las palabras de los programas que contienen tal vez poco detalle, por ahora, está certidumbre que supo ver el mexicano: “Todo poema es una fiesta: un precipitado de tiempo puro”. Y por eso los mítines de PODEMOS y sus largas quedadas adolescentes tienen algo de fiesta, una fiesta de la Palabra Recuperada, en donde las cosas vuelven a querer decir algo, con sentido, algo en lo que uno puede confiar. Y la gente quiere que las palabras vuelvan a querer decir cosas, y que no valgan unas por otras. La gente no quiere palabras kleenex, de usar y tirar, sino palabras de gente de palabra. Por último, decir que el poderoso simbolismo de escalar hasta el cielo, para entrar en contacto con los seres superiores, presente en el cuento primitivo inglés de “Las Habichuelas Mágicas”, donde Jack tiene que subir el árbol para llegar al cielo para buscar un tesoro, sitúa a PODEMOS en la saga representacional de un Esculapio o de un Hermes, héroes fundadores y sanadores del cuerpo social.
Para Aristóteles, de nuevo, la virtud moral se sitúa en el punto medio, equidistante de pasiones y sentimientos contrapuestos. Son muchos los que han interpretado la búsqueda del centro político, enunciado por PODEMOS en su 18 Brumario de Vista Alegre, desde una óptica del oportunismo electoral, y hasta con argumentos sibilinos relativos a una operación de encubrimiento u ocultamiento de las verdaderas intenciones de PODEMOS, una vez que alcanzase el poder. Por debajo de ello, percibido y anhelado igualmente por la gente, hay en cambio un deseo de recuperar un sentido de lo apolíneo, de lo moderado en su forma perfecta. La Tesis de la Centralidad trata de recuperar el sentido del equilibrio, de la medida, de la serenidad y de la jovialidad, huyendo de la desmesura de la gran bacanal dionisiaca de la que todos seríamos culpables. Y por eso, para exorcizar ese sentimiento de culpa colectiva, y para huir del recuerdo de esa bacanal del consumo y de la dilapidación en la que se sumió España durante 15 años, la gente necesita de un joven Apolo, o de varios, que representen ese ideal purificador situado en el punto medio, y representado por el autocontrol. En un país de tradición católica, para muchos, votar a PODEMOS significa pasar por el confesionario para arrepentirse de tropelías y desmanes, propios y ajenos... ¿Conseguirá PODEMOS realizar este viaje al epicentro de la reforma del sistema político? ¿Se lo permitirán sus numerosos flancos, esos que lo han traído hasta aquí? Esos flancos o patas son tantas como lo son las carencias y deseos de quienes proyectan en PODEMOS sus ilusiones y sus aspiraciones. Y PODEMOS, que se presenta como un banderín de enganche hacia el cambio, es tan dúctil que permite que cada uno lo imagine y sienta a su conveniencia. Pero cuando se vea obligado a satisfacer y compatibilizar, en ese cuidadoso punto medio citado, los sueños de unos con las necesidades de todos, su riesgo será que no se produzca un nuevo Desencanto, como el que se produjo tras la recuperación de la democracia y la gente, al dejar las calles, comprobó el acierto de aquello escribiera Giuseppe Tomasi di Lampedusa en El Gatopardo, describiendo el proceso de guerra civil y convulsión que condujo a la Unificación italiana: Que todo cambie para que todo siga igual.
PODEMOS, y todo su antecedente convulsivo, como hijo putativo que es del 15 M, se ha hecho en la calle. En la calle recuperada y tomada por los ciudadanos. Todavía hoy muchos de sus Círculos, al carecer de locales, se reúnen en parques, plazas, soportales, y allí donde les dejan. Tiene algo este movimiento de filosofía antigua, cínica y estoica y de desprendimiento franciscano de los lujos. En la metáfora de la Marea Ciudadana están subsumidas y se resumen todas las marchas, caminatas y mareas de todos los colores que han venido recorriendo el país, de Norte a Sur, de Este a Oeste, como una Rosa de los Vientos horadando la tierra para hallar el tarro de las esencias colectivas. El ser humano primigenio se hizo caminando, y las Largas Marchas, y los Éxodos, pertenecen a este imaginario colectivo de los pueblos que caminan y marchan y que llevan como mascarón de proa una promesa. Con eso basta, puesto que el mecanismo de la marcha colectiva socializa el sufrimiento entre toda la comunidad. Hay otros caminan porque los han desahuciado, o porque igualmente temen perder su casa. Se trata por tanto de ir hacia adelante, de caminar incluso sin fe, sin aferrarse a nada. Por eso la Caminata es una metáfora del desprendimiento de los viejos valores, y la Marea es una alegoría higienista del que viene a limpiar la playa de chapapote y de los tenderetes con que la han mancillado especuladores y ventajistas. La playa virginal que hay que recuperar es el Templo edénico. Por último, los que marchan y caminan en esta Marea, con Benedetti y con Brecht, rinden homenaje a aquel que llevaba un ladrillo a cuestas para mostrar cómo era su casa.
Hay un rechazo a la madurez en PODEMOS y la gente percibe y comparte esta deriva. Y se congratula de ello. Y a su vez los feudatarios de la llamada Casta y sus privilegios recriminan a PODEMOS su falta de solidez, la propia inmadurez de sus planteamientos, su ingenuidad y su adanismo a la hora de plantear soluciones viables, factibles, para todos. Yo de chico era ya muy discutidor y díscolo. Y con frecuencia alguno de los Hermanos de la Salle, o algún profesor, trataba de zanjar las discusiones conmigo con el no-argumento de que yo era aún pequeño o joven para entender, para comprender el alcance de las cosas. Aquello me irritaba y me sacaba de mis casillas. Yo sólo entendía ese interdicto como apelación a un principio de autoridad que concebía la relación profesor-alumno como práctica disciplinaria y castradora. Y eso que todavía no había leído a David Cooper. Seguro que decía yo muchas tonterías, cierto. Pero también recuerdo ahora las tonterías que decían muchos de mis maestros. Y su miedo a la verdad. Pues allí donde está el desconocimiento también está la posibilidad y la frescura de crear lo nuevo. Decía Oscar Wilde que la educación es una cosa admirable, pero que conviene recordar de cuando en cuando que nada de lo que vale la pena ser aprendido puede enseñarse. En PODEMOS y en su pretendida inmadurez hay un Peter Pan que ha vuelto..., y la gente está de su lado.
lunes, 21 de julio de 2014
Planes de Retiro. Antonio Pérez.
Será algo de todo esto, un combinado de spleen servido a deshoras, en una barra mal iluminada, -mejor-, y bien cargado de esa melancolía que sacudió a Petrarca y que le llevó subir el Mont Ventoux, para entre riscos, encontrarse. Y de paso, fundar, así dicen los críticos, el espíritu curioso de la modernidad, y gracias a ello hasta esa cumbre mítica de la literatura del Renacimiento han llegado hoy hasta los ciclistas del Tour de Francia.
Yo no sé adonde se pueden retirar los países, y tampoco sé decir si puedo barruntar qué sea eso de retirarse en lo que toca a las personas. Pero me ofrecen o asaltan dudas, de lo que voy viendo. El Retiro puntual, como el que da nombre al parque de Madrid, es ocasión de parada y descanso para seguir haciendo cosas, a modo de vacación. Es un retiro temporal que permite coger fuerzas para seguir haciendo.
Los Retiros definitivos no son buenos consejeros. Vivir en el monte, en la cumbre de la montaña, en el convento, en el chalet de la playa o, si no hay suerte, en el apartamento, crea monstruos. Por eso mismo, la mayor condena que se le podía hacer a un ciudadano de la antigüedad era condenarlo al ostracismo, apartarlo de los demás, exiliarlo en alguna isla remota. Y por esta razón Sócrates rechaza los planes de fuga que le ofrecen. Prefiere antes morir en la ciudad que vivir en el exilio, lejos de aquellos interlocutores que para él son la vida activa.
En escuela de retiros forzados y ostracismos, Antonio Pérez eligió otro camino. Las crónicas o "Relaciones de Miserias", así las llama el Secretario de Estado de Felipe II, revelan este proceso de aislamiento y extrañamiento que produce el exilio, y la persecución, en este caso tan desigual, en el que el traicionado Secretario tiene que reinventarse a modo de narración, por no desdibujarse, y perderse en su propia desdicha. En sus cuyas Relaciones, que acabo de leer reeditadas por Renacimiento en Sevilla, escribe en su Prologo "A Todos", [sic], para distinguir este de otros dirigidos a reyes y prohombres: "Porque he entendido que la pasión anda tan cebada contra mí, que aún la sombra me persigue, me he resuelto de descubrirme. Dejen la sombra. Dejen a Rafael Peregrino, que es morder en la piedra. He ahí el nombre. He aquí la persona bien al descubierto".
Antonio Pérez necesita mostrarse, y mostrar su verdad al mundo, y defenderse y defender a su familia y sus Relaciones son un ejemplo de un exilio o retiro forzoso convertido en lucha. Y así, aunque sea esto, se ve que la vida del retirado es muy larga, y algo hay que tener entre manos, aunque sea un pleito en los tribunales a modo de proyecto..., o una novela con la que soñemos la gloria que nos nos ha dado la vida.
sábado, 28 de junio de 2014
El descrédito humano, el suicidio, Sánchez Piñol.
El otro suicidio no debería permitírselo un ser libre, y educado en la idea de que avanzar en la civilización equivale a contrarrestar el dolor humano, propio y ajeno. Y esto supone en verdad un formidable ejercicio de contención, de no-acción si se quiere decir al estilo místico y budista. Ante el fracaso, literario, o de cualquier otra naturaleza, uno debe mantener un cierto espíritu deportivo al tiempo que curioso, como si se tratase de un juego de posiciones y distancias que nos permita contemplar desde fuera nuestro propio proceso de decadencia o descrédito.
Ante el descrédito, decía, uno puede callar. O retirarse. Claro, esto lo podía hacer un caballero medieval como Ausiàs March. O un renacentista como Michel de Montaigne, siempre pugnando, contra los que le seducían con cargos y honores, porque le dejaran tranquilo escribiendo en su castillo. Uno no es un caballero medieval ni tiene castillo en Burdeos así que no tiene más remedio que aceptar cargos..., que le distraen del oficio de escribir, pero que le ayudan al de vivir.
Quedaría otra opción tradicional, la del retiro monástico, la propia del segundón o tercerón pobre. Lo cierto es que conozco varios excelentes monasterios, Sobrado dos Monxes, Silos, Leyre, y hoy son centros estupendos de reflexión y retiro. Y en ocasiones allí, en sus bibliotecas, y haciendo vida conventual, me refugio unos días para leer, para corregir algún libro. Pero hacer vida de monje es otra cosa. Y uno ya ni siquiera es católico. En cierto que he conocido algunos que son casi increyentes, o escépticos del todo. O que se hicieron agnósticos ya una vez dentro de la regla. Y aun así siguen practicando los ritos, más como tradición propia y asumida que como impostura. Un poco al modo en el que todos hacemos teatro en nuestra vida diaria, y nos ponemos una máscara de camino a la mina, o a la cama.
Una de las mejores alegorías literarias que conozco acerca de este proceso del descrédito humano, de la urgencia del retiro, y aún así de la lucha por la supervivencia fue publicada por Albert Sánchez Piñol, hace unos diez años, en 2004, en una novela titulada La Piel Fría. Los protagonistas de esta novela, un farero y un oficial atmosférico destinados a una isla en el remoto Sur, hacia los confines australes, se ven en la obligación de convivir con unos seres extraños, los citaucas o carasapos, que nos recuerdan el ambiente de algunos seres invocados por H. P. Lovecraft en sus mitologías de los reinos primitivos de Cthulhu. Algunos de los extraños personajes de esta novela tienen la piel fría, como los peces, pero en el amor se desempeñan como ciertos seres marinos que por desgracia sólo existen en nuestra imaginación. Son seres a los que puedes amar, pero a los que debes enfrentarte, para sobrevivir.
Sánchez Piñol se remonta a una literatura ahora preterida en España; por alcance externo, la de Melville o la de Conrad, por coherencia interna, la de Kafka o la de Benet. Esta alegoría del retiro y de la lucha se presenta como una novela de aventuras al uso, siendo como es una aventura interior disfrazada, como digo, un diario o crónica del descrédito humano pero sin esos enojosos detalles que abundan en este género. Para entendernos, La piel fría es un símbolo, un cruce perfecto entre La invención de Morel de Bioy Casares y Esperando a los Bárbaros de Coetzee. Y aquí la referencia al sudafricano no es exagerada. Aquí hay idéntica increencia y parecido desarraigo. Y una puesta en escena que es un eco débil de aquella ciudad sitiada por bárbaros o liberadores.
Estamos ante un retiro radical, el recurso a la isla, la salida definitiva del circuito, todo eso que vital y literariamente nos aleja, además, de esa basura novelística española tan actual como lucrativa y perecedera. Aquí no hay ni floretes ni estambules, ni histéricas con apetencias evidentes, ni tramas burguesas que enmarcan y explican la democracia española, ni carencias de estilo o intención que deben proyectarse en la Guerra Civil o en cualquier otro acontecimiento con tirón mediático.
En fin, no puedo ofrecer hoy mejor testimonio de lucha en la vida, y al tiempo de contradicción y pulsión por el retiro, como opción verdadera y asumida sin trampa, que esta fábula que nos regaló este escritor catalán, y con la que, en un nuevo Arkham, podemos proyectar nuestras carencias y deseos velados...
sábado, 15 de febrero de 2014
La fuerza por la boca. Pere Quart.
Pere Quart (Joan Oliver), desencantado al final de su vida decía que había tenido la ocasión de verificar que la experiencia no mejora el juicio. Creía este poeta y escritor catalán, exiliado y reconocido perdedor de la vida, y “anarquista sin arrestos para desafiar la miseria”, que casi todo lo aprendido en la familia, en la calle, en la escuela, en la universidad, en el templo, era falso, o, por lo menos inútil. Yo no sé si llego a tanto, o si llegaré a esta descreencia más adelante, como Quart, pero es cierto que la vida, como sucede con los temarios y libros que uno estudiaba de urgencia para pasar aquellos exámenes de adolescencia, nos va liberando de todo lo que memorizamos para dejarnos al final con pocas cosas tangibles, y en general, si uno es honesto y ha permanecido libre de clerecías partidarias, con escasas certidumbres.
Yo por entonces era un gran discutidor, un polemista implacable -por no decir un pesado-, con mis profesores, compañeros, y familiares. Supongo que lo sigo siendo y uno de mis temores fue siempre que lo mejor de mí mismo, fuese eso lo que fuese, -que está por ver-, se quedara en esas conversaciones, y que yo no fuera capaz luego de llevarlas al papel; y ese sentido y sentimiento de obra perdida, evaporada, lo he tenido siempre.
Mis profesores de cuando era chico solían repetirme aquello de que no se me fuera la fuerza por la boca. Y la falta mayor que solían estos reseñar, a final de mes, en cuanto a mal comportamiento aludía a mi charlatanería en clase. "Hablas más que el tostao", me dice con frecuencia mi suegra. Y hasta "¡Góngora!, me llegaron a llamar unos chavales que jugaban al fútbol, en una Plaza de Cádiz, mientras yo no paraba de hablar y discutir un largo rato por teléfono. Sí, mi ansia de oralidad ha sido enorme, y lo sigue siendo. De seguir al doctor Freud, quién sabe si me he quedado en la fase infantil de la evolución humana, sin avanzar hacia la anal, o la fálica. Quizá esto me ha preservado de daños mayores. En todo caso, yo hablaba entonces conmigo mismo en voz alta; y lo sigo haciendo. Mi padre pasaba al lado de mi habitación –que tenía un letrerito que impedía la entrada, avisando o sin avisar-, y me preguntaba: ¿estás con alguien? Y luego al rato le hacía un comentario a mi madre acerca de la rareza de ese chico que hablaba sólo en su cuarto.
Me sigue sucediendo hoy casi en todo, y en lo que escribo. Hasta que no leo el texto, hasta que no lo enuncio y siento su ritmo de impacto material sonoro en el espacio no acabo de darlo por bueno; si no suena bien, para mí no está bien escrito. Desde luego es un recurso retórico que en gran medida pesa y tal vez perjudica aquello que escribo; o, quién sabe, todo lo que hago. Una tara más. Tal vez tiene que ver que con mi iniciación a la literatura, que se produjo mediante la declamación y la participación en obras de teatro colegiales, de Lorca a Casona, de Muñoz Seca a Darío. Uno de mis libros favoritos de cuando tenía doce años era un manual de recitación titulado “El recitador sin maestro”, que pertenecía a mi madre. La pregunta que me ronda es saber si esta educación fue un lastre hacia el verdadero conocimiento y hacia una mejor obra, o más aceptada. Y en ese caso, en el Juego de las Compensaciones tonskyanas, ¿hubiera sido yo mejor escritor de haber podido contener mi oralidad desbordante? ¿Hubiera ganado en calidad literaria a fuerza de perder en elocuencia? Es verdad que las palabras se las lleva el viento y las obras perduran… Pero, ¿hubiera valido la pena renunciar a lo otro? ¿al mundo de la noche y de los salones y a sus pompas, y al de los centros culturales, y de los museos, y de las inauguraciones?, allí donde la efímera palabra reina, y donde los taciturnos perecen...