LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

martes, 25 de diciembre de 2012

Si esto es un gesto. Primo Levi.

¿Se suicidó Primo Levi, arrojándose desde el tercer piso de su propia casa, en Turín, en 1987? ¿O acaso un accidente absurdo nos ha colocado a todos los que le seguimos y le seguiremos en el trance de descifrar ese último gesto, si es que fue un gesto? En Si esto es un hombre y el La Tregua, Levi nos brinda el más hermoso recuento de cómo sobrevivir a la barbarie, conservando la inocencia y la dignidad del vencido. Conservando ese poder de seguir adelante, pese a todo, que en la literatura próxima al Holocausto sólo hallamos en otras obras hermanas como La escritura o la vida, de Jorge Semprún o en Sin destino, de Imre Kertesz.

Pero la pregunta por este no-gesto de Levi sigue en el aire. Todos los suicidios son un acto de resistencia a la muerte, un acto de precipitación mediante el que tratamos de escapar a nuestra hora, tal vez predestinada desde el origen de los tiempos, y en el que decimos: "sobre mi vida mando yo, eligiendo precisamente el momento de mi muerte". El gesto del suicida, por tanto, se produce a modo de exclamación, no a modo de consumación. En él hay más aliento que desaliento, hay más intento de huida que de entrega. Así, todos los suicidios son importantes y tienen una función ejemplar, moralizante, para lo bueno o para lo malo. No en vano escribió Leopoldo María Panero, con su habitual y exagerada contundencia, "todo suicidio es un asesinato colectivo". Y sí, en el suicidio de uno hay un último acto de potlach, tal vez un regalo a la barbarie o a la locura; en todo caso, un gesto de agravio a la vida, el único acto de verdad contranatura que puede hacer el ser humano. Y esto que digo no supone censura, sino constatación de la importancia del acto.

En todo caso, en Levi sigue presente la pregunta explícita, una pregunta que nos llega desde la sorpresa, desde la no-pertenencia y desde el no-lugar en el que uno está y que sin embargo nos sirve de morada..., transitoria, temporal. Levi, judío no educado como judío; partisano solidario descendiente de barones ennoblecidos por Napoleón I, con abolengo de ilustrado y de hijo de la Revolución romántica. Amante contenido, hombre de acción. Literato y químico.

Pero en su oficio de supervivencia, el que le llevó de los Lager a la literatura,  hay algo extraño que nos dice Levi, un desasimiento de la vida que por cierto tal vez no es muy judío, escasamente milenarista y que está relacionado con ese otro judío-no-judío que también fue víctima de sí durante aquellos años, Walter Benjamin.

Lo he anotado aquí alguna otra vez, de otra manera. Como en el teatro, el punto final de la obra (de la vida) es un precipitado hacia el aplauso o hacia otra cosa, la gloria, el descrédito, tal vez el olvido. En Levi, nos quedamos sin saber si ese punto final precipitado siempre es un gesto, o un capricho del azar que ha querido acentuar nuestra melancólica lectura de su obra, añadiendo una incógnita a la memoria..., si esto es un gesto...