¿Importa
tanto la salida?, ¿el último gesto?, ¿la última palabra?, ¿importa eso más que
la vida, que toda la vida, o que los mejores momentos de la vida?, ¿por qué
estamos tan pendientes de ese instante que debe ser sin duda insignificante si
lo colocamos en la perspectiva de una vida completa? Y sin embargo así sucede.
Hace
menos de un mes ha muerto mi hermano mayor, de cáncer, sólo tenía 58 años. Y
entre todas las cosas que se dicen, entre familiares y amigos, está esta de
saber qué pensaba o qué no pensaba, o qué decía o dijo, a solas, o al descuido,
o en actitud de complicidad o tal vez medio ido, mientras su vida se iba
apagando. Un amigo atesora una frase que otro no oyó, otro hermano, un consejo
o una súplica, una enfermera, una actitud que siempre se presume valiente en el
trance. El médico, en su papel, despachando enfermos y candidatos a finados.
Con prórroga o sin ella. En fin, nadie sabe nada. Y como en el teatro, o en la
novela, el punto final de la vida es un precipitado hacia el aplauso o hacia
otra cosa, que no sé si es el olvido. Pero que desde luego sí es el fin del
mundo para el que se va.
Entre
los que quedamos en tierra, y no hemos partido en la nave, por hacer imagen
griega o egipcia, se reparten condolencias y tristezas. Pero nada de todo eso
consuela al muerto, que al cambiar la vida por la muerte, se encajona entre
cuatro tablas; así, morir es como meterse en un armario; unos se esconden,
otros vuelven. Tal vez por eso los niños temen a los grandes armarios.
Bien
que lo decía Píndaro y yo lo he repetido muchas veces, y aquí, Sueño de una sombra es el hombre, pues
el castillo de naipes que es la vida y en el que tanto esfuerzo ponemos, puede
derrumbarse en un instante, como aquél atleta pindárico que pasaba del laurel
al ciprés igualmente laureado, del tálamo al túmulo podemos decir, que es cosa
de paronomasia, juego verbal con nombre de enfermedad muy seria para quien la
padece.
Parece
que el tiempo pasa y la fiesta se acaba. Vicente Aleixandre, en Sombra del Paraíso, escrito entre 1939 y
1943, en decir, en aquella época en la que el Señor del Mal se había
enseñoreado del mundo, escribe, al final de su poema Primavera en la tierra y dirigiéndose a los poderosos hados que
habían gobernado su juventud, y también la efímera esperanza de España, y de
Europa:
Hoy
que la nieve también existe bajo vuestra presencia
miro
los cielos de plomo pesaroso
y
diviso los hierros de las torres que elevaron los hombres
como
espectros de todos los deseos efímeros.
Y
miro las vagas telas que los hombres ofrecen,
máscaras
que no lloran sobre las ciudades cansadas,
mientras
siento lejana la música de los sueños
en
que escapan las flautas de la Primavera apagándose.
Sí,
Pan se aleja y vuelve a los bosques, la juventud se marchita y la muerte y la
consunción ya lo invaden y permean todo. Los títulos de los poemarios de
Aleixandre son elocuentes y gráficos a la hora de ilustrar el paso de la vida
en el hombre. El poeta joven de Pasión de
la Tierra (1928-1929) o de La
destrucción o el amor (1932-1933), ya va dando aquí en este que he copiado
paso al poeta que escribirá los Poemas de
la Consumación (1965-66) o losDiálogos
del Conocimiento (1966-1973). Sí, la vida pasa, el amor se desvanece, las
fuerzas flaquean, y se supone que antes de esa consumación nos hacemos más
sabios, si tal vez, cuando ya no lo necesitamos. Más adelante, en los Poemas de la Consumación, nos dice en el
terrible Rostro Final:
La
decadencia añade verdad, pero no halaga.
Ah,
la vicisitud
No se
cancelará, pues es el tiempo.
Mas
sí su doloroso error, su poso triste. Más bien su torva imagen,
Su
residuo imprimido: allí el horror sin máscara.
Mucho
recomiendo este hermoso libro, los Poemas
de la Consumación a quien aquí se queda, de momento, con pocas ganas de
meterse en el armario, o almario, que para el caso…
La
vida, como sabían los filósofos vitalistas, es proyecto. Y su antítesis es la
muerte, salvo para el creyente. Y entre estos últimos, está claro que la
mayoría no las tiene todas consigo, por cómo se aferran al mundanal… Fuera el
sarcasmo, uno, en cuanto que vida, nunca está preparado para aceptar el suceso
de la muerte. Mi posición ante ella ha ido variando a lo largo del tiempo, como
todo. De adolescente, la muerte me era tan inexistente como el futuro que me
estaba reservado, y aún el que me aguarda no deja de producirme por igual
desconcierto y curiosidad. Pero en medio del turbión de pasiones de la edad, la
muerte ejercía sobre mí una suerte de atracción sólo comparable a la del amor.
La propia idea del suicido, en la que todo joven piensa alguna vez, antes de
hacerse hombre, se mostraba como un eco de esa meditación electiva, en la línea
extrema de la muerte propia que reclamaba Rilke o Juan Ramón.
En
todo caso, la muerte del suicida es otra cosa, en cuanto que la frase susurrada
o punto final al que antes hacía referencia no cierra el texto sino que lo
abre…, como en la novela experimental, o en esas obras de finales abiertos, en
las que el autor deja que el lector imagine un final a la carta. Es un muerto
por cuenta propia, que se enfrenta al canon literario o artístico,
ofreciéndonos una instalación muy contemporánea en la que se inmola y que
siempre nos deja un poco estupefactos. A él se opone el muerto por cuenta
ajena, el que se somete al proceso que le toca cuando le toca, bajo la mano
invisible de la Parca, empresario terrible que nos explotará hasta el final sin
ningún miramiento. Sarna con gusto no pica, dirá alguno.
Habiendo
elegido yo esta segunda opción, la de la muerte por cuenta ajena y que parece
menos cool, me consuelo de todo ello pensando
en el sentido del deber que uno ha asumido hacia sí, hacia su obra, hacia los
que dependen de uno, de una manera material o figurada, a modo de ejemplo, y en
aquello de componer, a la italiana, una bella
figura hasta el final, y también en la idea de pasar el testigo a los que
vienen sin estridencias, para que disfruten sin amarguras lo mucho que ofrece
la vida, sobre todo en los comienzos. O tal vez es que el fondo, a fuer de ser
posmoderno, he hecho un bucle, y ahora soy muy clásico, y no me gustan los
finales abiertos…