LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Contracorriente. Gil-Albert. Castaneda.

Alguna palabra más acerca del tema de la vocación, o de la posibilidad de elección propia. Y ojo que no deseo parecer en esto un iluminado o fundamentalista de una intuición que siempre es interpretable, como el oráculo aquel de Delfos que siempre hablaba en clave, con ambigüedad. O tal vez sea un mito personal. O parte de un tipo de formación que ya no se da. Me resisto a creerlo. Y la crisis que vivimos es también una oportunidad para echar el freno, para decrecer, para ralentizar y para centrarnos en otras agendas que no tienen que ver con la espiral de gasto, consumo y depredación de los recursos naturales. Por lo demás, si ya ni el éxito garantizan cuando entregan la cadena, que nos dejen al menos ser libres. 
En todo caso, la llama de la libertad vacila siempre, pues sopla sobre ella la eterna duda.Por eso mismo, al final de la idea de providencia o destino, personal o colectivo, anida el infierno de la Solución Final, con Juicio o sin él, lo invoque Hitler o Savonarola. Esa es la razón de estado que sostiene a los imperios. En cuanto a nosotros, frente a todo ello, o al margen de todo ello, está eso que dice Carlos Castaneda que decía el indio yaqui Don Juan: "Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino; si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición". Y de eso mismo se trata: no hay un camino. Simplemente caminos.
Y en todo caso, la vida, y la elección vital así tomada, es un camino de solitarios que tal vez con suerte nos una a otros solitarios, con los que haremos piña. Me recuerda aquello que decía Juan Gil-Albert, en un libro maravilloso, tal vez su mejor pieza, y que se titula Los días están contados. Decía allí: "Nuestra época no conoce la firmeza sino la brutalidad", y luego, más adelante, "vindicar el hombre sólo, el poco, que se opone a lo multitudinario, a la insistencia machacona que impone un anónimo de cabezas parlantes y corazones manufacturados: psudointeligencia adocenada de nuestra civilización febril: fabril... Ayúdame a vivir contracorriente". Sí, querer elegir es tal vez ir contracorriente. Buscar la vocación de uno o seguir la intuición propia es ir contracorriente. Una osadía, una temeridad, que no sabemos adónde nos lleva. Un sueño, que probablemente no alcancemos.

sábado, 17 de septiembre de 2011

La barbarie del especialismo. García Morente. Kant.

La barbarie del especialismo, llamaba el filósofo español Manuel García Morente (1886-1942), a ese fenómeno que había conducido a una formidable acumulación de conocimiento científico de mil y una disciplinas, aumentando el saber total de la humanidad, y en igual proporción acreciendo la ignorancia particular de cada hombre. Lo decía en su Discurso Inaugural dirigido a la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, pronunciado en Madrid en 1931. Ese discurso lleva por título La vocación de nuestro tiempo para la filosofia, y en él se felicita por la importancia que la filosofía está adquiriendo en España, gracias a los nuevos acólitos que se incorporaban entonces a este gaysaber, como tal vez diría Nietzsche.
García Morente me trae muy buenos recuerdos pues suyas son las estupendas y clarísimas traducciones de Manuel Kant que yo leí y estudié, y en particular recuerdo la que hizo de la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, que también pude leer en inglés, en la traducción de H. J. Paton. Ambas traducciones, en el decir erudito, establecen el canon kantiano en castellano y en inglés de ese libro, cuya  duradera influencia no se compadece con su brevedad.
Este Catedrático de Ética recorrió él sólo lo mejor de la filosofia europea de la primera mitad del siglo XX, sobre todo como traductor de Husserl, Spengler y otros pensadores europeos., sobre todo franceses. Toda su trayectoria estuvo vinculada a la Institución Libre de Enseñanza, a la Universidad Central y a la Revista de Occidente para terminar  en una conversión tumbativa que lo llevó al sacerdocio, al final de su vida, en 1940, ya viudo, y tras haber sido expulsado del Madrid revolucionario de 1936, injustamente acusado de  colaboración con el bando nacionalista.
Los mentados buenos recuerdos tienen que ver con ese periodo mágico de mediados de los noventa, cuando abandoné el mundo del trabajo y la cantidad para concentrarme en mi tesis doctoral en filosofía. Tras casi seis años en EE.UU., sacrificando en el altar del becerro de oro  y convertido a la causa del  V Centenario y del indigenismo, decidí plantar todo aquello, renunciar a un buena soldada, y volver a sentir el peso de la llamada  el conocimiento, o al menos de aquello que uno desea con todo fervor. No quiero decir con ello que mi vuelta fuera tan pura y ensimismada como venal mi ida. En absoluto. pero sí es cierto que este tipo de retiradas han sido una constante en mi vida, y si no las practico más menudo es por ese sentido del deber libremente asumido, para referirme al citado Kant, y que me obliga a seguir cumpliendo con lo que los demás esperan de mí, sobre todo lo que esperan aquellos para los que yo soy más decisivo, o eso creo. De todas maneras, al final de su vida, García Morente, en su deriva tradicionalista-nacionalista, terminó abrigando ese ideal de Hispanidad rancio que muchos  años después tendríamos nosotros que aggiornar  durante la época de la Gran Revisión de 1992. 
También he pensado en esto del sentido de vocación al que alude el profesor Morente, porque en los últimos tiempos, a costa de la crisis dichosa que parece que va a hundir  a España y a toda Europa,  surge entre los amigos más jóvenes de la Compañía Alada del Camino, y entre mis hijas, la idea esa o preocupación de qué estudiar, y de si hay que optar por el llamado interés económico o por aquello que uno ama u desea vocacionalmente.
Mi opinión es clara, y va en el sentido de lo sugerido por García Morente. En primer lugar, la decisión basada en el cálculo frío de oportunidades no es nunca una garantía  de éxito a largo plazo, y lo sucedido hoy en día con los arquitectos o con los que han estudiando administración de empresas, que sobran a mares, o ayer, por pensar en los ochenta, con los médicos o los abogados, es ejemplo suficiente. Pero mi punto va más allá de todo esto. Tenemos una sola vida, y el objetivo más importante de esta es alcanzar alguna montesca cota de felicidad y de auto-realización. Y para ello, uno, si puede, debe tratar de estudiar o de vivir de lo que más ama y siente como propio. Y por lo demás, si uno es bueno en ello, y será bueno porque precisamente lo ama, aunque sea la ciencia o el saber más alejado del more economicus, al final de ese camino, los resultados se harán evidentes, en un sentido u otro, que es precisamente lo que importa. Y poder hacer esto es desde luego un enorme privilegio, un ejercicio de libertad.
La palabras de García Morente, pronunciadas en 1931, eran entonces tan necesarias como  tal vez lo sean hoy, que estamos en el escenario de otra gran crisis. Tras la hecatombe devastadora, moral, de la Primera Gran Guerra que se llevó por delante imperios y fronteras y que arrastró al matadero a millones de personas, vino la otra crisis del 29, que sumió a Europa en  la desesperación. Aquella primera guerra sanguinaria, cuyo eco terrible palpaba  yo hace poco en la lectura de La Gaviota, de Sandor Márai, publicada en 1943, trajo también, como consecuencia y a modo de tabla de salvación, un ideal de autenticidad y de síntesis que a veces acabó en simpleza, a fuerza de querer ser puro y salvífico.
La llamada de Morente nos compele a acometer los fenómenos fundamentales, huyendo de lo particular en exceso, del extremo positivista y especializado. Así, la vocación se ha de poner al servicio de una causa más general y noble, pues, en definitiva, por ahí asoma el ideal ilustrado, el ideal ético de concordia y de vida plena, feliz. Un ideal de deber y de ejercicio de la libertad al servicio de los demás, de concentración en los temas fundamentales de nuestro tiempo, por parafrasear a su amigo Ortega, no porque uno crea en algo trascendental, pues al cabo somos hijos ilustrados, pero crecidos en un mundo fragmentado, posmoderno, sino porque uno, si lo queremos ver "en oriental", está aquí para hacer que el dolor, la ansiedad y el miedo que produce el mundo disminuya..., o eso quiero yo de nuevo pensar o creer. Por eso, en estos tiempos en  los que parece que los Cuatro Jinetes campean a sus anchas, se hace preciso mantener bien el tipo y componer una bella figura, como dicen los italianos. Y no lo digo en un sentido superficial...